Contemplación
El movimiento del autobús se
convierte en un adormecimiento en mis párpados que me va haciendo caer en el
sopor. No consigo dormir del todo pero tampoco creo estar despierta. La lucidez
me abandona en un bostezo corto que se me escapa a medias. Los ojos se sienten
cansados y las manos se retuercen entre sí con nerviosismo contenido.
La mirada enternecida vaga hacia
mi acompañante. Le delinea la frente desnuda, el cabello despeinado, las
pestañas que se posan con temblor sobre la piel. El aire se escapa de los
labios entreabiertos y la nariz que inhala lentamente… La mirada indaga en la tranquilidad de quien
duerme y se hunde en el mundo de sueños. De mañanas mejores, de encuentros,
aventuras y felicidad. De pequeñas caricias y cosas que no deberían estar ocurriendo
en lo absoluto y que no ocurren. Un suspiro se escapa de los labios que ya no
me pertenecen, desde que la somnolencia me ha consumido el cuerpo. Grito por
dentro, en el silencio de un alma expuesta y una mano, supongo que la derecha,
le arropa con prudencia. No llega más allá de un leve movimiento, altruista en
los pliegues, cariñoso en las esquirlas que se incrustan en el pecho.
Me hundo en mi lugar y cruzo los
brazos sobre el pecho en una actitud autodefensiva. Bajaría las estrellas,
construiría puentes, me perdería en el mientras tanto… y ni siquiera lo está
pidiendo. Con la única intención de mantener esa inestable expresión de paz que
matiza ese rostro.
El sueño me cosquillea en los
labios y sonrío interrumpiendo mi desconocida y abrumadora contemplación.
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