sábado, 16 de octubre de 2010

Sueño
Soñé a un perro de tres cabezas, hablándome de Breton y de Dante, me llevó a pasear con él mientras me regalaba una flor marchita que metí en mi bolsillo. Era una margarita que me podía cumplir cuatro deseos, de los cuales no usé ninguno pues estaba concentrada en la conversación. Debatimos sobre cual era el camino al nirvana, si luego del cuadro azul debíamos doblar a la derecho o a la izquierda. No llegamos a una decisión excluyente y sentí deseos de enfadarme, pues realmente queria llegar. Supuse que las tres cabezas jamás se decidirían. Nuestra charla no fue productiva en lo absoluto, tres horas después estaba agotada y me faltaba el aire, alguien me gritaba al oído que el perro me engañaba. Le ignoré, como se ignoran a los ancianos o a la gente culta, como se da por obvio que existe inteligencia y sabiduría.
Me senté junto al río y un pez paso a mi lado, nadando contra la corriente, le pregunté si el sexo era todo y no contestó, pero lo di por sentado cuando siguió nadando. Pegado al fondo del cuadro agua habia un centavo y el perro me detuvo de tomarla. Me preguntó si mi vida valía esa moneda. Dudé. Sin embargo, no me moví de mi lugar, mirando mi reflejo que se había formado de pronto, como una especie de señal. Supuse que tendemos a ver señales en las cosas más comunes pues es la manera como justificamos nuestros impulsos. La simple idea me dio tristeza, quise ser consciente de mi impulso.
Entonces una de las cabezas me señaló un anciano con una espada que corría de un lado a otro en el otro extremo de la cueva donde estábamos, hablando de molinos y aventuras, tratando de montarse a un dragón que casualmente estaba pasando por allí y que no tenía intención de ser montado. Pero llevaba a una mujer delgaducha y con vestido sobre su cola, ella suspiraba y cantaba canciones. De ningun modo le escuché, la segunda cabeza me advirtió del poder de la música. Un anciano se nos acercó luego, yo aún jugaba con piedras a un costado buscando la manera de callar al perro. El sujeto criticaba mi cabello, mi ropa y un lunar en mi dedo indice, decía que los lunares eran una marca de aquellos que se refugian en el arte para ser felices, lo cual era un destino peligroso. Desde entonces, miré al pequeño puntito con evidente cariño.
Continuó protestando por el calor, el agua, el frío, y un invisible muñeco gordito de mazapán que le había robado el bastón. Debía de haber sido él, pues era gordito, era un muñeco y... Para colmo de males, ¡era de mazapán! La gente siempre fa razones 'válidas' a la hora de criticar, odiar y culpar. Decidí ignorarlo.
Entonces el dragón se molesto de verdad y todo fue humo, un grito, tres ladrillos y el ruido chapoteante de mi cuerpo cayendo al agua, fría, helada. El río absorbiendome de a poco...
Y un hilo finísimo cortado por unas tijeras.
¿Que mas daba? Solo era un baño en el río del inframundo y yo una visita casual.

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